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Mi otra primera vez

"Las niñas no nacen odiando sus cuerpos, les enseñamos" esto sería por los estereotipos de bellezaa la que la sociedad nos acostumbra y nos genera traumas. Únete al canal de Whatsapp de Wapa

    Mi otra primera vez
    "Las niñas no nacen odiando sus cuerpos, les enseñamos" esto sería por los estereotipos de bellezaa la que la sociedad nos acostumbra y nos genera traumas.

    Hoy es mi día de la hediondez. Hoy me siento fea. No importa qué me ponga, me veo como un elefante; no hay peinado que domine mi melena de león; y hace falta una tonelada de maquillaje para hacer que mi cara no parezca la de un mapache. Quiero esconderme bajo las cobijas y no salir; o ganarme un cambio de look extremo.

    Lo gracioso, es que anoche sentía que no estaba tan mal ¡Qué va! Me sentía espectacular, WAPA así con mayúsculas sostenidas y todo… pero hoy amanecí como si me hubiera pasado una aplanadora por encima. Me miro al espejo y no puedo evitar sentirme de mal humor, de muy mal humor.

    En la playa y en el colegio

    La cosa es que sé que no estoy sola. Todas las mujeres tenemos días así. ¿Será porque tenemos egos kilométricos o inseguridades infinitas? ¿las dos? Lo que me hace parar de renegar y meditar sobre la fealdad que me invade, soy yo misma; pero 10 años más joven en una fotografía que me mira desde el armario. Ahí estoy: a mis seis años, posando cual Byoncé en una playa paradisiaca en vestido de baño con una guirnalda de algas al cuello. Mi sonrisa lo es todo.

    “Las niñas no nacen odiando sus cuerpos, les enseñamos”, leí alguna vez por ahí. Es verdad, porque el mismo año en que se tomó esa foto, me sentí fea por primera vez: una niña -algo antipática- me dijo tras el recreo que yo eran tan blanca que mi nombre debía ser Leche y no Alejandra.

    Dolió. Dolió tanto que te podría decir qué llevaba puesto, cómo era el clima ese día, cómo se llama esa niña y qué clase estábamos por comenzar.  Por fin, a mis seis años, había interiorizado ese canon social de que las mujeres debemos ser hermosas e irresistibles ¡o nada! Y sentí vergüenza, me sentí insuficiente, me sentí mal. Ese es un recuerdo que toda mujer tiene tatuado en el cerebro. 

    El experimento

    Haz el experimento, habla del tema con tus amigas. Verás que lo recuerdan todo con lujo de detalle, que es un episodio que han analizado hasta el cansancio, porque es un momento clave en sus vidas. Porque ese recuerdo creció durante nuestra infancia y adolescencia hasta convertirse en un monstruo, porque estos cambios radicales en cómo nos percibimos las mujeres están relacionadas con la fragilidad de nuestra autoestima. Y porque, en parte, ser mujer es perderle el miedo a esa bestia.

    Yo hice el experimento, con un post en Facebook. El resultado fue una catarata de comentarios y mensajes en los que mis amigas y conocidas se desahogaron. Muchas me agradecieron porque nunca antes habían contado cuánto las había afectado ese primer día de la hediondez. En ese momento todas decidieron dejar de llevar ese análisis en silencio.

    La conversación creció y todas se recordaron unas a otras que lo que la hace diferentes es la fuente de su belleza, porque la verdadera belleza es algo profundo: la generosidad, la verdad, la seguridad y la fuerza.

    Por eso aquí te dejo diez de esos testimonios, para que -como yo- sepas que no estás sola, que eres bella, y que está bien hablar de esta primera vez.

    Diez mujeres reales

    Laura: Me sentí fea por primera vez cuando me regalaron una Barbie y me dijeron: “tú también eres una Barbie”. La vi y dije: “No me parezco en absoluto a esta muñeca ¡RAYOS!”. Tenía 6 años, recuerdo.

    Verónica: Estábamos en quinto de primaria, y una amiga le preguntó a un niño del barrio quién le gustaba más, si ella o yo. Él nos miró de arriba a abajo, yo estaba muy sucia y despeinada como una niña después de jugar, y me acuerdo de su mirada de desaprobación. Al final le respondió que ella le gustaba mucho más. Siempre he pensado que ese fue el momento en el que empezó mi preadolescencia.

    Cristina: Fue cuando tenía 11 años. Era la única de mi grupo de amigas que tenía senos y me sentía gorda por eso. Y, en ese tiempo, ahora que lo pienso, no lo estaba.

    Maria Fernanda: Debo haber tenido 6 o 7 años. Me dijeron que por andar rascándome la nariz con mucha fuerza se me había vuelto "nariz de negra". Es comentario racista lo superé, pero aún no me gusta mi nariz.

    Mariana: Cuando tenía 8 años, y en clase de danza nos tocaba pararnos a las 31 niñas frente a los espejos del salón, que iban de lado a lado... Y todas se burlaron de que por lo gordita y rosada parecía un chanchito. Todas eran flacas y más morenitas.

    Paula: En mi caso fue cuando empezó a crecer mi busto, sobretodo porque me molestaban con cosas asquerosas (me decían tetona, bubbies, hazme una rusa) y mi único mecanismo de defensa era reclamarles y enojarme. Con el tiempo empecé a ignorarlos. La respuesta de muchos era: "pero si te estoy halagando, no entiendo por qué te ofendes". Eso me parece una tontería. No te voy a negar que muchas veces deseé ser plana, solo para evitar las miradas o comentarios. Ya superé esa sensación.

    Giane: Los primeros años de la secundaria cuando mis tíos y tías empezaron a compararme con mis hermanas y empezaban a decir quién era más bonita, quien se volvió fea, gorda, etc.

    Andrea: Creo que tenía 7 años... mis papás me llevaron al endocrino a hacerme exámenes porque era más bajita que las otras niñas de mi salón. Recuerdo claramente que el doctor miró a los ojos a mi mamá y le dijo que EVIDENTEMENTE mi estatura obedecía a un factor genético y que yo estaba dentro de los estándares normales.

    Sin embargo, me compraron suplementos vitamínicos y me enviaron de vacaciones a una ciudad cálida para que "me pegara el estirón"... Fue intento fallido. Tuve una época de obsesión con los tacos ¡Ahora felizmente los uso es por purito gusto!

    Sandra: Desde niña hacía mucho deporte, todos. Me encantaba. Hasta que un día alguien me dijo que yo no era bonita porque no era femenina, que caminaba y me comportaba como hombre. Ese día me sentí fea por primera vez y dejé de practicar deportes.

    Cristela: Cuando tenía 8 años, estaba jugando y corriendo por todo el fundo con una amiga cuando vimos a unas señoras vendiendo dulces y se nos antojaron. Ambas teníamos algunos soles en el bolsillo así que compramos algunas cosas. Nos alejamos un poco, pero no lo suficiente como para no oír lo que las señoras dijeron mientras me disponía a comer mi doña pepa.

    - ¿La de polito blanco va a ser bien bonita de grande no?

    - ¡Si! ¡Mira esas pestañotas que tiene! Pero la otra no es muy agraciada.

    - Si pues es feita. Además, ¡está demasiado gorda! Si no la cuidan va a ser como las que salen en el 5...

    No recuerdo de qué color era el polo que llevaba ese día, pero no era blanco. Tuve una sensación como de vacío en el estómago y me dieron ganas de llorar, pero no lo hice. Hasta ese momento nunca había pensado que algo estuviera mal conmigo o con mi apariencia física. Ese día llegué a mi casa y a mis cortos 8 años me miré en el espejo y me sentí por primera gorda y fea. Sobre todo gorda, gordísima. A los 8 años. Gracias a dos señoras que probablemente tampoco tenían la silueta de Karlie Kloss.

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